jueves, 19 de julio de 2012

«Y en el principio, fue la tipografía.» Fundamentos de la corrección profesional de textos




 
Hay excelentes correctores que no saben de tipografía sino lo elemental, pero que se niegan a aprenderla porque la suponen ajena a sus actividades. [Roberto Zavala Ruiz, El libro y sus orillas, p. 267.] 


Hace ya más de veinte años, recién licenciada en la Facultad de Filología, inicié mi andadura en el mundo editorial con un curso de corrección tipográfica de 50 horas, impartido por los avezados correctores de Editorial Anthropos. Las primeras lecciones trataron de la materia fundamental que distingue este tipo de corrección del resto: la tipografía. En aquellas intensas sesiones, al tiempo que aprendíamos a apreciar la proporción y la armonía en los textos compuestos y a manejar esa regla extraña llamada tipómetro, completos analfabetos tipográficos nos fogueamos en lo que iba a ser nuestro modus vivendi: aguzar nuestro «ojo tipográfico», la capacidad radiestésica de captar y discernir cualquier discordancia gráfica.
Entrar en el mundo editorial mascando el ingrediente básico de los libros me resultó utilísimo para empezar a desmontar uno de los tópicos recurrentes sobre la corrección profesional: que es una tarea de acomodación del lenguaje a un molde o modelo idiomático. Entender los fundamentos del arte tipográfico (legibilidad, estética, coherencia, proporcionalidad y funcionalidad) me facilitó el camino para comprender que corregir no es ajustar un texto a los preceptos de una norma, sino a principios cuya finalidad común es optimizar el peculiar proceso de comunicación diferida que es el escrito, algo que en cada caso se alcanza por distintos caminos.
Un buen día, hará unos cuatro o cinco años, esta instructiva transmisión del conocimiento tipográfico debió de sufrir una drástica interrupción, porque de repente empecé a recibir currículums de correctores «ortotipográficos» que se ofrecían para corregir pruebas o incluso «maquetas», y también empecé a tratar con editores que pasaron a llamar alegremente «ortos» a las otrora galeradas. No era la primera vez que me encontraba con deformaciones de este estilo. Como ya han denunciado en diversas ocasiones renombrados bibliólogos, tipógrafos y diseñadores gráficos, uno de los signos recurrentes de la progresiva desprofesionalización del sector editorial (la «edición sin editores» de la que hablaba André Schiffrin) es la confusión terminológica que exhiben correctores, editores y tipógrafos advenedizos, una evidencia epidérmica de carencias formativas mucho más graves.
Con el fin de contribuir a dar sentido, vigencia y continuidad a este saber, valgan estos breves apuntes para aclarar conceptos:

1. Qué es la tipografía
La tipografía es el conjunto de principios y conocimientos tradicionales sobre diseño de grafismos, composición tipográfica, y disposición y compaginación (puesta en página) de los diversos elementos que conforman un texto, en combinación con elementos espaciales (blancos) e icónicos.
La tipografía es un saber forjado durante siglos de práctica en las imprentas y las editoriales, y remodelado y perfeccionado gracias a los avances tecnológicos y a la aplicación sistemática de criterios de legibilidad, estética, proporcionalidad, funcionalidad y coherencia gráfica. Grosso modo, comprende los siguientes aspectos: 

• Tipología:
1. Los tipos de letra: anatomía del tipo y variedades (estilos, familias, y series o clases).
2. Anatomía y variedades de otros tipos de grafismos (signos especiales, cifras, filetes, tramas y ornamentos).
Factores de legibilidad.
Principios de estética tipográfica.

• Tipometría:
– Sistemas de medida y cálculo tipográfico.
– Formatos de papel.

• 
Composición y disposición tipográficas:
1. Principios de proporcionalidad y funcionalidad tipográficas aplicados a:
– el cálculo de las medidas de la caja del texto y de los márgenes;
– el cálculo de las medidas de las columnas y los corondeles;
– la distribución modular de elementos textuales e icónicos según cada tipo de publicación;
– la aplicación y medidas de los blancos en relación con los textos a los que se aplican;
– los cuerpos y la interlínea de los elementos textuales y extratextuales (según jerarquía interna, formato, medidas de la caja, legibilidad de la letra y tipo de lector);
– la medida de las capitulares.

2. Principios de funcionalidad, legibilidad, coherencia y estética tipográficas aplicados a la selección de:
– las familias y variantes de letra;
– las variantes de cifras empleadas en cuadros, texto general, títulos, folios numéricos...;
– los tipos de párrafo (según tipo de obra, legibilidad del párrafo y tipo de elemento textual y extratextual);
– los signos que establecen la jerarquía tipográfica de apartados y subapartados;
– el tipo y la disposición de las capitulares;
– la distribución de grafismos y contragrafismos en la página;
– la composición (tipográfica) y disposición de los lemas;
– la composición y disposición de los sumarios;
la composición y disposición de los poemas;
la composición y disposición de los textos de obras teatrales;
la composición y disposición de las fórmulas;
la composición y disposición de los intercalados;
la composición y disposición de los cuadros;
la composición y disposición de los diversos tipos de títulos;
la composición y disposición de rotulados y pies de figura;
– la composición y disposición de los diversos tipos de notas;
– la composición y disposición de los diversos tipos de índices;
– la composición y disposición de las bibliografías;
– la composición y disposición de las cronologías;
la composición y disposición de las firmas;
– el tipo de folio explicativo y su composición y disposición;
– el tipo de folio numérico y su composición y disposición;
– los símbolos y ornamentos;
– las ligaduras;
– las tramas;
– los colores.

• Compaginación:
– Cálculo de las páginas de una obra.
– Orden y disposición de las partes de una obra en la compaginación.

En castellano, existen diversas obras útiles para iniciarse en el arte tipográfico:
Buen, Jorge de: Manual de diseño editorial, 3.ª edición, corregida y aumentada, Gijón: Trea, 2008.
Martínez de Sousa, José: Manual de edición y autoedición, Madrid: Pirámide, 1994.
— «La diacrisis tipográfica», Español actual: Revista de español vivo: monográfico sobre ortografía y ortotipografía, núm. 88 (2007), pp. 63-80.
Zavala Ruiz, Roberto: El libro y sus orillas: tipografía, originales, redacción, corrección de estilo y de pruebas, 6a. reimp. de la 3a. ed. corregida, México: UNAM, 2005.

2. Qué es la ortotipografía y qué es la corrección ortotipográfica
La ortotipografía, por su parte, es la parte de la ortografía técnica que se ocupa del estudio y la aplicación de los principios tipográficos de estética, funcionalidad, proporcionalidad, legibilidad y coherencia gráfica en la escritura con caracteres y blancos tipográficos.
En edición (comercial o no), la corrección ortotipográfica se realiza en diversas fases:

1) en el original de un texto antes de que se componga (es decir, antes de que adquiera forma de publicación virtual, siguiendo un diseño gráfico y una compaginación preestablecidos);



2) en las pruebas tipográficas de un texto, ya compuesto y (pre)compaginado.



La ortotipografía comprende los siguientes aspectos:
grafía y aplicación de las variantes de letra: redonda, cursiva, negrita, versalita, ancha y estrecha, superíndice y subíndice, etcétera;
normas de alineación;
disposición (a párrafo seguido o aparte) y puntuación de las citas;
puntuación de todos los elementos textuales (texto general) y extratextuales (textos de pies de figura, cuadros, gráficas, etc.);
signos (llamadas y notación) empleados en los diversos tipos de notas y puntuación que les afecta;
uso de espacios fino, de pelo y fijo;
– grafía y usos de los signos tipográficos;  
grafía y puntuación de enumeraciones en listas (apartados y subapartados);
normas de partición o separación de elementos de texto (palabras, abreviaciones, símbolos, unidades consonánticas, diptongos, triptongos, dígrafos, trígrafos, títulos, direcciones de Internet...) a final de línea en las pruebas tipográficas.

La normativa ortotipográfica no es competencia de las academias de la lengua. Como todo saber tipográfico, se desarrolló en el mundo del impreso y se halla dispersa en infinidad de fuentes, algunas oficiales e internacionales (como las que afectan a los signos de corrección), pero la mayoría de origen particular y uso restringido (libros de estilo y códigos tipográficos).
En castellano, el principal compilador y sistematizador de esta normativa, y a la vez analista crítico y optimizador de la ortografía académica, es José Martínez de Sousa, y por ello sus obras constituyen la principal referencia en esta materia:

Martínez de Sousa, J.: Diccionario de uso de las mayúsculas y minúsculas, 2.ª ed., Gijón: Trea, 2010.
Manual de estilo de la lengua española, 4.ª ed., Gijón: Trea, 2012.
Ortografía y ortotipografía del español actual, Gijón: Trea, 2008, 2.ª ed. [En proceso de revisión para una 3.ª edición.]

3. El corrector tipográfico, la ortotipografía y la tipografía
En edición profesional, el corrector tipográfico es aquel profesional del control de calidad del texto que se ocupa de corregir pruebas tipográficas, es decir, pruebas impresas de la obra ya compuesta tipográficamente en una maqueta virtual, según el diseño y compaginación predeterminados con los que se ofrecerá al lector.
En lo relativo a la ortotipografía y la tipografía, el corrector tipográfico se encarga de realizar las siguientes tareas:

1. Con el texto original corregido a mano (si este se ha corregido en papel), de verificar que todas las correcciones ortotipográficas realizadas en él se hayan trasladado fielmente a la maqueta de la obra, de enmendar las que se hayan malinterpretado y trasladado erróneamente, y de realizar aquellas correcciones ortotipográficas que puedan haberse omitido debido a un lapsus del corrector del original o del compaginador.

2. Con la ayuda de un
tipómetro, y teniendo a mano las pautas de composición tipográfica y de compaginación de la obra establecidas por el diseñador gráfico —que eventualmente se habrán marcado (señalizado) en el texto original— y un catálogo con la escala de cuerpos de los tipos de letra empleados, de comprobar la correcta aplicación de los siguientes parámetros:
medidas de la caja de texto y altura en líneas;
altura de la línea de arranque de capítulo;
medida, tipo y disposición de las letras capitulares;
medidas de las cajas de elementos extratextuales;
medidas de los márgenes;
medidas de las columnas y medianiles en composición modular;
tipos de letra (estilo y familia) de cada elemento textual (texto principal) y extratextual (folios, folios explicativos, notas, ladillos, índices, sumarios, bibliografías, cronologías, lemas, cuadros, pies de figura, colofón...);
cuerpo/interlínea del tipo de letra seleccionado para cada elemento textual y extratextual;
disposición y medidas de sangrías y de líneas de blanco aplicados a los diversos textos;
medidas y disposición de los blancos de cortesía;
las clases (variantes) de letra (cursiva, redonda, negrita, versalita, falsa versalita...) en que deben componerse ciertos elementos textuales (siglas, títulos y subtítulos) y extratextuales (índices, lemas, dedicatoria, ladillos, sumarios, cronologías, cuadros, pies de figura, colofón...);
tipos de cifras empleados (en cuadros, texto general, títulos, folios numéricos...);
tipos de folios numéricos (en cifras romanas el pliego de principios y en arábigas el resto);
tipos de párrafo de cada elemento textual y extratextual;
composición de cada tipo de intercalado (documentos, poesías o citas textuales en párrafo aparte);
disposición en la página o en la obra de elementos extratextuales (folios, folios explicativos, notas, ladillos, índices, sumarios, bibliografías, cronologías, lemas, cuadros, pies de figura, colofón...).
signos que establecen la jerarquía tipográfica de apartados y subapartados;
tipos y medidas de filetes;
tipos y medidas de ornamentos;
tipos de tramas;
colores;
instrucciones para el tratamiento del espaciado;
instrucciones para la partición de elementos de texto a final de línea;
uso de ligaduras;
orden y compaginación de las partes de la publicación.

3. De corregir, con las
marcas adecuadas:
– errores en la traslación al texto compuesto de las pautas de composición y compaginación;
– erratas (errores de tecleado);
– confusiones en el empleo de signos con apariencia tipográfica similar;
– la cantidad incorrecta de particiones con guión en líneas consecutivas;
– la partición o separación incorrecta de elementos de texto (palabras, abreviaciones, símbolos, unidades consonánticas, diptongos, triptongos, dígrafos, trígrafos, títulos, direcciones de Internet...) a final de línea;
– la repetición en líneas consecutivas y en el mismo lugar de texto idéntico (más de dos caracteres);
– los blancos incorrectos;
– las líneas incorrectas;
– las páginas incorrectas.

4. De detectar y poner al editor sobre aviso de los problemas derivados de un diseño gráfico que incumple con los principios de funcionalidad, coherencia, legibilidad y proporcionalidad.

Como se ve, pues, la corrección ortotipográfica no es ni una profesión ni una fase concreta del proceso de edición, sino un foco de atención propio de la tarea de corrección de textos que, en el campo editorial, se desarrolla tanto antes de componer y compaginar una obra como después, y es por ello competencia tanto del corrector de originales (o corrector de estilo) como del corrector de pruebas (o corrector tipográfico). Entender estas precisiones y su relevancia en la cadena de transformaciones y optimizaciones que es la edición de textos resulta fundamental para desenvolvernos como correctores verdaderamente profesionales. Comprenderlas sirve al traductor y al editor para discernir los diversos objetivos, procesos y métodos de la corrección profesional y para apreciar el valor distintivo y aditivo que cada uno de ellos aporta a la calidad final de una traducción.

Silvia Senz